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La zona es peligrosa (el acceso a la misma está prohibido para casi todos los pandaren), y sabía que introducirse a hurtadillas sería complicado. Varias colinas, y empinadas y rocosas montañas rodean el denso bosque de bambú, y dos inmensos portones sellan el único verdadero camino a su interior. Estas sólidas y resistentes barreras están ubicadas a las afueras de la Aldea Mandori, donde he vivido toda mi vida. Puede parecer que eso lo haga más sencillo, pero siempre hay pandaren en la zona y es difícil superar los muros sin que te detecten.
 
La zona es peligrosa (el acceso a la misma está prohibido para casi todos los pandaren), y sabía que introducirse a hurtadillas sería complicado. Varias colinas, y empinadas y rocosas montañas rodean el denso bosque de bambú, y dos inmensos portones sellan el único verdadero camino a su interior. Estas sólidas y resistentes barreras están ubicadas a las afueras de la Aldea Mandori, donde he vivido toda mi vida. Puede parecer que eso lo haga más sencillo, pero siempre hay pandaren en la zona y es difícil superar los muros sin que te detecten.
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Para hacerlo aún más complicado, mientras buscaba un sitio apartado desde el que superar la primera puerta vi a Bo, el Recio. ¿Por qué estaría danzando por los alrededores de la aldea precisamente ese día? Me preguntó qué pretendía antes, en Las Pozas Cantarinas. —Disfrutar de la belleza y el esplendor que caracterizan a nuestro hogar—respondí. ¡Y era cierto!
 
Para hacerlo aún más complicado, mientras buscaba un sitio apartado desde el que superar la primera puerta vi a Bo, el Recio. ¿Por qué estaría danzando por los alrededores de la aldea precisamente ese día? Me preguntó qué pretendía antes, en Las Pozas Cantarinas. —Disfrutar de la belleza y el esplendor que caracterizan a nuestro hogar—respondí. ¡Y era cierto!
   
 
A pesar de ello, Bo, el Recio, se limitó a fruncir el ceño y a ponerme mala cara, como de costumbre (me pregunto si sabe cuánto se parece a un sapo Lomomusgo cuando hace eso). Con Bo husmeando por los alrededores, decidí volver a casa para así pasar desapercibida y descansar hasta que estuviese segura de que no había moros en la costa. Antes del alba me deslicé por las tranquilas y vacías calles de la aldea y escalé los dos enormes portones con una cuerda de pelo de yak que cogí en Dai-Lo.
 
A pesar de ello, Bo, el Recio, se limitó a fruncir el ceño y a ponerme mala cara, como de costumbre (me pregunto si sabe cuánto se parece a un sapo Lomomusgo cuando hace eso). Con Bo husmeando por los alrededores, decidí volver a casa para así pasar desapercibida y descansar hasta que estuviese segura de que no había moros en la costa. Antes del alba me deslicé por las tranquilas y vacías calles de la aldea y escalé los dos enormes portones con una cuerda de pelo de yak que cogí en Dai-Lo.
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Poco después, el sol hizo acto de presencia sobre el horizonte, pero la densa vegetación de Pei-Wu bloqueaba casi toda la luz. La niebla rondaba por el suelo del bosque, lo que dificultaba aún más la visión. Sin embargo, podía escuchar sonidos a mi alrededor… muchos sonidos. La región es bien conocida por su abundancia de criaturas, pero solo una de ellas infunde temor en todos y cada uno de los corazones de los pandaren: el feroz tigre de Pei-Wu.
 
Poco después, el sol hizo acto de presencia sobre el horizonte, pero la densa vegetación de Pei-Wu bloqueaba casi toda la luz. La niebla rondaba por el suelo del bosque, lo que dificultaba aún más la visión. Sin embargo, podía escuchar sonidos a mi alrededor… muchos sonidos. La región es bien conocida por su abundancia de criaturas, pero solo una de ellas infunde temor en todos y cada uno de los corazones de los pandaren: el feroz tigre de Pei-Wu.
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Uno de ellos me perseguía. Siempre que caminaba, escuchaba a lo lejos sonoras pisadas. Si yo me detenía, también se detenían. Si yo me movía, se movían. Entonces, de repente, la bestia aceleró el paso hacia mí, gruñendo y rugiendo. Adopté la postura del buey tenaz para defenderme mientras una figura gigante emergía de entre la niebla...
 
Uno de ellos me perseguía. Siempre que caminaba, escuchaba a lo lejos sonoras pisadas. Si yo me detenía, también se detenían. Si yo me movía, se movían. Entonces, de repente, la bestia aceleró el paso hacia mí, gruñendo y rugiendo. Adopté la postura del buey tenaz para defenderme mientras una figura gigante emergía de entre la niebla...
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Intenté decirle a papá lo que había estado haciendo, que había estado explorando la Gran Tortuga y escribiendo sobre lo maravilloso que estaba siendo el viaje. Creí que eso le haría sentirse bien, pero no parecía que lo comprendiese o le importase.
 
Intenté decirle a papá lo que había estado haciendo, que había estado explorando la Gran Tortuga y escribiendo sobre lo maravilloso que estaba siendo el viaje. Creí que eso le haría sentirse bien, pero no parecía que lo comprendiese o le importase.
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Dijo que mi castigo comenzaría al día siguiente, lo que significaba que tenía tiempo de visitar un sitio más. Aún echando chispas por lo que había pasado, me dirigí hacia el oeste hasta que llegué a un sendero largo y sinuoso que llevaba hasta El Bosque de Bastones, el lugar de descanso eterno para los viejos pandaren de La Isla Errante. Un enorme león de piedra, el guardián de los ancestros, protege la entrada, y el poderoso ser no te deja pasar a no ser que lo derrotes en un solo combate (yo fui una de las pandaren más jóvenes en pasar la prueba).
 
Dijo que mi castigo comenzaría al día siguiente, lo que significaba que tenía tiempo de visitar un sitio más. Aún echando chispas por lo que había pasado, me dirigí hacia el oeste hasta que llegué a un sendero largo y sinuoso que llevaba hasta El Bosque de Bastones, el lugar de descanso eterno para los viejos pandaren de La Isla Errante. Un enorme león de piedra, el guardián de los ancestros, protege la entrada, y el poderoso ser no te deja pasar a no ser que lo derrotes en un solo combate (yo fui una de las pandaren más jóvenes en pasar la prueba).
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Mientras daba un paseo por uno de los arbustos más viejos de la zona, me crucé con el ancestro Shaopai que encendía incienso en el santuario de su familia. Es un pandaren increíblemente sabio, procedente de la cercana Aldea de Brisa Temprana. El ancestro ha dedicado toda su vida a registrar palabras de sabiduría en beneficio de las futuras generaciones.
 
Mientras daba un paseo por uno de los arbustos más viejos de la zona, me crucé con el ancestro Shaopai que encendía incienso en el santuario de su familia. Es un pandaren increíblemente sabio, procedente de la cercana Aldea de Brisa Temprana. El ancestro ha dedicado toda su vida a registrar palabras de sabiduría en beneficio de las futuras generaciones.
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Shaopai caminó a mi lado durante un corto espacio de tiempo, y fue señalando los árboles y mencionando a los que allí yacían. Antes de marcharse a su aldea, me dijo: —Noto que tienes muchas cosas en tu mente, pequeña Cerveza de Trueno. No me corresponde preguntarte por asuntos personales, pero quiero que tengas esto— El ancestro me dio un objeto suave y redondo, un poco mayor que mi zarpa: una piedra de sosiego—. Cuando la losa de la vida sea demasiado pesada, la piedra de sosiego aligerará su carga. Su magia es muy poderosa.Siempre había pensado que las piedras de sosiego eran baratijas sin ninguna utilidad, pero si un genio como Shaopai creía que funcionaban, para mí era suficiente.
 
Shaopai caminó a mi lado durante un corto espacio de tiempo, y fue señalando los árboles y mencionando a los que allí yacían. Antes de marcharse a su aldea, me dijo: —Noto que tienes muchas cosas en tu mente, pequeña Cerveza de Trueno. No me corresponde preguntarte por asuntos personales, pero quiero que tengas esto— El ancestro me dio un objeto suave y redondo, un poco mayor que mi zarpa: una piedra de sosiego—. Cuando la losa de la vida sea demasiado pesada, la piedra de sosiego aligerará su carga. Su magia es muy poderosa.Siempre había pensado que las piedras de sosiego eran baratijas sin ninguna utilidad, pero si un genio como Shaopai creía que funcionaban, para mí era suficiente.

Revisión del 08:03 13 sep 2012

El Diario de viaje de Li Li es un relato aparecido en la página oficial como introducción previa a la expansión Mists of Pandaria. Está centrado en las experiencias de Li Li, la sobrina de Chen Cerveza de Trueno.

En él se aprovecha la presencia de Li Li para realizar un viaje por la Isla Errante, mostrando todos sus recovecos, así como la idiosincrasia del lugar.

Introducción

La vida es una aventura.

Eso es lo que una vez el tío Chen me dijo en una carta. Es un sabio consejo, pero mi padre, Chon Po, no lo ve así. Dice que malgasto mi tiempo soñando con el mundo exterior, y que ignoro toda la belleza y maravillas de La Isla Errante. No podría estar más equivocado: me encanta el lugar del que procedo.

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Esa es la razón de ser de este diario. Me he dado cuenta de que, si alguna vez llego a ser una gran exploradora como el tío Chen, necesito empezar a escribir sobre mis propias aventuras, igual que hace él. ¿Por qué no comenzar por mi propio hogar? Puede que mi libro termine en El Gran Archivo, junto a las misivas del tío Chen. Mejor aún: ¡puede que, algún día, la gente de la Ciudad de Ventormenta, Orgrimmar, o de otras tierras lejanas, acabe leyendo y conociendo a mis congéneres, nuestra cultura y todo lo que hace que este lugar sea tan maravilloso!

Lo primero es lo primero: una introducción. Nací en la Gran Tortuga, Shen-zin Su, también conocida como La Isla Errante. Hoy en día, muchos de los pandaren de este lugar se limitan a sentarse a ver pasar el tiempo y a contar las mismas historias, pero no siempre fue así. Nuestros ancestros llevaban la aventura en la sangre. ¡Para ellos, cada día en la isla era una oportunidad para descubrir cosas nuevas y fraguar nuevas historias!

Mientras escribo esto, el tío Chen está prosiguiendo con esa tradición en algún lugar del mundo, pero él no es el único. Yo también he sentido la llamada de la filosofía del viajero, justo aquí, en casa, ¡y ya era hora de que me dejase llevar!

Me llamo Li Li Cerveza de Trueno, y esto es La Isla Errante.

Primer capítulo: Repasando lo básico

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Decidí explorar mi hogar a través de la filosofía del viajero, una filosofía sobre la cual el tío Chen ha escrito mucho. Básicamente consiste en afrontar cada viaje paso a paso, observando todo lo que hay a tu alrededor, hablando con todo aquel con el que te encuentres y sumergiéndote en cada uno de los detalles.Tras pensarlo largo y tendido, comencé mi viaje por Shen-zin Su donde empecé a conocer la historia de la isla: El Puente del Amanecer. Este enorme puente de piedra se extiende a lo largo de altas colinas cerca del centro de la isla. Desde el punto más alto del puente se puede ver al completo el verde Bosque Pei-Wu, al sur. ¡La vista desde aquí te deja sin aliento!

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Tras pensarlo largo y tendido, comencé mi viaje por Shen-zin Su donde empecé a conocer la historia de la isla: El Puente del Amanecer. Este enorme puente de piedra se extiende a lo largo de altas colinas cerca del centro de la isla. Desde el punto más alto del puente se puede ver al completo el verde Bosque Pei-Wu, al sur. ¡La vista desde aquí te deja sin aliento!

¡Escuchar la historia de Liu Lang hizo que creyese que todo era posible! Inspirada, atravesé el puente en dirección al Templo de los Cinco Albores, una brillante torre en el centro de la isla. Entrar en ese gigantesco edificio es como entrar en un mundo totalmente diferente. La lluvia caía a chorros desde el techo; una suave brisa tiraba de mi ropa; y, aunque hacía frío fuera, el aire del interior era tan cálido como el de un día de verano.

Los eremitas dicen que Shen-zin Su y el templo fueron aumentando su tamaño de manera conjunta, como si el edificio formase parte de la Gran Tortuga. Se trata de un lugar sagrado, y hay una buena razón para ello. El templo es el hogar de los cuatro antiguos espíritus de la tierra: Shu (agua), Wugou (tierra), Huo (fuego) y Dafeng (aire). Mientras todos ellos estén sanos y salvos el clima permanece en calma y las estaciones se suceden unas a otras como deben.

El templo está lleno de sabios proverbios y raras baratijas, pero lo que más me interesaba era la estatua de Liu Lang presente en el primer piso. Mientras la observaba, pensé en todas las grandes cosas que Liu había conseguido. ¡Hacía falta echarle valor para hacer todo eso! La aventura debía de haberlo seguido a cada paso que daba, incluso en casa.

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Me topé con el maestro Shang Xi cuando ya me estaba yendo. Es una persona muy reconocida en la zona, un pandaren realmente noble y valiente que educa tanto a jóvenes como a mayores. He perdido la cuenta de las veces que me he metido en problemas con Shang, pero siempre se ha mostrado bastante magnánimo (excepto ese día en el que preparé su té con agua corrompida procedente de los estanques malditos). Sea como sea, estaba de buen humor, así que lo asalté con varias preguntas que me habían estado atribulando: ¿Qué haría Liu Lang si estuviera vivo? ¿Dónde encontraría él aventuras en la isla?

—¿Por qué no le preguntas? respondió el maestro Xi, apuntando a la estatua. No había pensado en eso, así que probé a ver qué sucedía. No esperaba realmente recibir una respuesta. ¡Pero obtuve una!

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Shu debía haber estado escuchando. El pequeño espíritu saltó sobre los hombros de Liu Lang y lanzó una buena cantidad de agua que salpicó el suelo. Tras un instante, el charco se movió. Se dispersó por la entrada del templo como si tuviese vida propia, y entonces bajó a saltos La Escalera del Albor hacia el exterior.

Seguí al agua tan rápido como pude hasta que alcancé el ancho valle al norte del templo. Nunca pregunté al agua a dónde se dirigía; eso habría arruinado el factor sorpresa. ¡Al igual que Chen, me estaba tomando el viaje paso a paso!

Segundo capítulo: El dilema del amanecer

¡Mi viaje por La Isla Errante prosiguió en El Valle del Amanecer!

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Perseguí a la masa de agua que Shu había creado por todas las verdes colinas de la región y los secos matorrales. El pequeño espíritu siempre estaba un paso por delante de mí, pero no me importaba. En ese momento del año el valle estaba precioso y lleno de plantas y animales fascinantes, como los malandrines Hojámbar, bromistas duendes del bosque a los que les encanta hacer jugarretas y travesuras. Siempre me han gustado. Pero mis favoritos en esa parte de la isla son los árboles puzhu, de un color rojo brillante. Tienen algo mágico. Sus pétalos mantienen su color durante meses incluso después de arrancarlos.

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Los eremitas dicen que Liu Lang plantó varios brotes y semillas por toda la isla hace ya muchos años. ¿Acaso eso significa que hay los mismos tipos de flores y plantas en Pandaria? Si es así, puede que la gente que viva allí utilice los pétalos de puzhu para fabricar medicamentos y adornos festivos como lo hacemos nosotros.Sea como sea, perdí el rastro al agua de Shu en algún lugar de la Aldea Wu-Song, al norte de El Valle del Amanecer. ¡Y para complicar aún más las cosas, nadie en el asentamiento la había visto! ¿Cómo puedes no ver una masa viva de agua danzando por las calles? Supongo que en realidad no puedo culpar a los lugareños. Parecían ocupados con sus tareas y con la práctica de las artes marciales. Muchos de los mejores monjes de la isla nacen y crecen en Wu-Song, en parte por su cercanía a los Campos de Entrenamiento de Shang Xi. Los campos están situados sobre una enorme colina, justo al este de la aldea. Durante todo el día, los sonidos de los puños desnudos y las armas que golpean a los muñecos de entrenamiento retumban por todo el valle, más abajo. Mientras me dirigía hacia los campos, me encontré con dos de los pandaren más sabios de los alrededores: Aysa Canción Etérea, maestra de la escuela de pensamiento tushui, y Ji Zarpa Ígnea, un maestro de la tradición huojin.

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Ambas filosofías son bastante populares, pero cada una cuenta con sus propias peculiaridades. Tushui te enseña a defender lo que está bien por encima de todo. Solo hay un camino correcto en la vida, y ese es siempre el que se debe seguir. Por otra parte, huojin es todo pasión y acción directa. Los estudiantes de esta escuela creen que, mientras se trabaje por un bien mayor, se puede ser flexible acerca de cómo se consigue. Siendo una seguidora de la filosofía del viajero no podía dejar pasar la oportunidad de preguntar a Aysa y Ji cómo debería afrontar la búsqueda de la masa de agua.—Siéntate, observa y espera, joven —dijo Aysa—. Shu es un ser antiguo, y no siempre responderá a tu llamada. Si su agua quiere encontrarte, lo hará... con el tiempo. La visión de Ji fue algo distinta. —Solo encontrarás el agua si eres persistente, pequeña Cerveza de Trueno. Rebusca en cada árbol y cada ribera. ¡No dejes ni una piedra sin remover!Acabé probando ambos métodos. Primero fui a serenarme a la Charca de Fu, un paraje tranquilo al sur de los campos de entrenamiento. Me senté allí y medité durante lo que parecieron horas, pero la masa de agua de Shu no apareció por ningún lado. Entonces seguí el consejo de Ji y me puse a rebuscar en cada arbusto que me encontré. Terminé por darme cuenta de que nada de aquello tenía sentido. Mi misión consistía en explorar. Si Shu me llevó allí por alguna razón, puede que fuese para ayudarme a dar el primer paso en mi viaje.

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Tras volver al Templo de los Cinco Albores, me crucé con un conductor de carros llamado Lun y con su enorme yak. Acababa de entregar varios suministros en el templo y se estaba preparando para volver a La Granja de Dai-Lo. Esa parte de la isla parecía tan buena como otra cualquiera para realizar la siguiente visita. Conseguí convencer a Lun para que me diese una vuelta en su carro.Sin embargo, me dio la sensación de que estaba de mal humor. Tenía ese aspecto agrio en su rostro, como el que se te queda cuando pegas un mordisco a un bollo dulce con judías rojas y te das cuenta de que alguien lo ha rellenado con queso de yak rancio (a mí me ha pasado). Tras una ronda de preguntas, conseguí que me dijese la verdad: ¡unos ladrones hozen habían saqueado sus reservas de comida! Claro que me sentía mal por Lun, pero si soy sincera, he de reconocer que también estaba bastante emocionada. Explorar Dai-Lo era una cosa, pero explorarlo y además investigar un robo hozen me parecía un sueño hecho realidad.

¡La siguiente parte de mi viaje iba tomando la forma de una verdadera aventura!

Capítulo tres: Cómo atrapar a un hozen

¡Después de mi travesía por el Valle del Amanecer, continué hacia La Granja de Dai-Lo!

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Este bello lugar es el granero de La Isla Errante, y por lo que leí en El Gran Archivo: el suelo de la región es uno de los más fértiles del mundo. La propia Granja de Dai-Lo es una pequeña comunidad campesina cerca de El Labrantío: extensas y serpenteantes extensiones de tierra cultivada repletas de calabazas, zanahorias y demás manjares.

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Toda esa comida madura en campo abierto hace que esta zona sea uno de los objetivos primordiales para plagas como los mures. Esas peludas alimañas devoran todo cuanto puedan atrapar en sus mugrientas y diminutas zarpas, pero especialmente las verduras les vuelven completamente locos. Pero los mures no son más que uno de los problemas de la granja. Mientras me llevaba a Dai-Lo, el conductor del carro, Lun, me habló de un grupo de ladrones hozen que se habían adentrado a hurtadillas en la aldea y habían escapado con unos cuantos sacos de arroz y verdura. Normalmente los tenaces monos se solían quedar en la Aldea Fe-Fang, en la parte noroeste de la isla, pero a veces aparecían y causaban problemas.

Que no se me malinterprete: me gustan los hozen. Tienen sus propias y encantadoras costumbres y tradiciones. Los hozen son unos chalados, pero divertidos y adorables. Lo malo es que demasiadas veces su locura va un poco más allá de lo tolerable.

Me quedé perpleja al enterarme de que nadie estaba intentando encontrar a los ladrones. Supongo que con los mures husmeando, los granjeros de Dai-Lo pensarían que perder un par de fardos de comida de vez en cuando no era nada del otro mundo. Tal y como yo lo veía, si los granjeros permitían a los hozen robar sus cosechas, esas bolas peludas seguirían haciéndolo. ¡Estaban robando nuestra comida, y yo no iba a quedarme sentada y permitir que se salieran con la suya!

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Lun dijo que se había visto por última vez a los hozen dirigirse hacia los bosques al norte de El Labrantío, en dirección a un área llamada Las Pozas Cantarinas. No tardé mucho en encontrar un rastro de restos de zanahoria mordisqueados y tallos de brócoli desechados (supongo que incluso los hozen odian el brócoli). Seguí el rastro hasta los apartados bosques esmeralda que rodean las pozas.Siempre me ha gustado visitar esas pozas. Son tranquilas y rebosan magia. He pasado mucho tiempo allí, manteniendo el equilibrio sobre estrechos postes de madera que se alzan sobre el agua. Esas sesiones de entrenamiento son realmente emocionantes, porque caer no solo implica empaparse. Hay algo más que agua.

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A lo largo de los años, todo tipo de animales han muerto en las pozas, y sus espíritus se han fundido con las aguas encantadas. Si caes al agua… ¡PUF! Un momento después estás saltando por ahí convertida en rana o arrastrándote por el barro como una tortuga. Incluso hay una poza con espíritus de mofetas. ¡Y después de que la maldición desaparezca seguirás apestando durante días!

Me tomé mi tiempo para investigar, observé cómo varios cachorros saltaban de poste en poste bajo la dirección de un pandaren llamado Bo, el Recio. Es un panda corpulento y sensato, y durante años fue uno de mis profesores. Tiene buen corazón, pero es tan divertido como un cubo de cebo para pescado de hace una semana. Siempre está: ¡No hagas eso!... Igual que mi padre. Los dos son justo lo contrario que el tío Chen.

Bo, el Recio advirtió mi presencia mientras caminaba junto a las pozas, y me lanzó una mirada severa. Probablemente pensase que no tramaba nada bueno (obviamente, tenía razón). Por suerte, estaba demasiado ocupado enseñando a los cachorros como para molestarme.

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Por fin, acabé encontrando a los ladrones hozen: cinco, para ser exactos. Estaban pasando el tiempo a la orilla de la poza de la mofeta, empujándose unos a otros al agua. Siempre que uno de ellos caía y se transformaba por un breve espacio de tiempo, el resto se ponía a gritar y a armar escándalo como si fuese la hora feliz de la Cervecería Ki-Han.

Descubrí lo que quedaba de los sacos de arroz y verduras en una colina cercana, escondidos detrás de un árbol. Los hozen estaban tan ocupados con sus juegos que ni siquiera se percataron de mi presencia cuando me acerqué al escondite para inspeccionar mejor la mercancía. Me arrastré más y más, hasta que la comida estuvo al alcance, y entonces… ¡dos peludos bebés hozen salieron de detrás de las bolsas!

No esperaba que los ladrones fuesen una familia. Probablemente robaron la comida para alimentar a las crías, así que no me atreví a recuperarla. Aun así, todavía podía cobrarme cierta venganza. Lancé una de las calabazas robadas a los hozen que estaban cerca de la poza, y a continuación salí corriendo hacia el interior del bosque. Por el estruendo que escuché, me imagino que tiré a un par de ellos, aunque es posible que al convertirlos en mofetas consiguiera mejorar su olor en lugar de empeorarlo.

Creo que había llegado el momento de afrontar mis temores. Conseguí suministros en Dai-Lo y salí hacia el Bosque Pei-Wu, ¡la zona más peligrosa y prohibida de toda La Isla Errante!

Capítulo cuatro: El Bosque Prohibido

Ya con suministros provenientes de La Granja de Dai-Lo, me preparé para mi viaje al lugar más mortífero de La Isla Errante: ¡el Bosque Pei-Wu!

La zona es peligrosa (el acceso a la misma está prohibido para casi todos los pandaren), y sabía que introducirse a hurtadillas sería complicado. Varias colinas, y empinadas y rocosas montañas rodean el denso bosque de bambú, y dos inmensos portones sellan el único verdadero camino a su interior. Estas sólidas y resistentes barreras están ubicadas a las afueras de la Aldea Mandori, donde he vivido toda mi vida. Puede parecer que eso lo haga más sencillo, pero siempre hay pandaren en la zona y es difícil superar los muros sin que te detecten.

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Para hacerlo aún más complicado, mientras buscaba un sitio apartado desde el que superar la primera puerta vi a Bo, el Recio. ¿Por qué estaría danzando por los alrededores de la aldea precisamente ese día? Me preguntó qué pretendía antes, en Las Pozas Cantarinas. —Disfrutar de la belleza y el esplendor que caracterizan a nuestro hogar—respondí. ¡Y era cierto!

A pesar de ello, Bo, el Recio, se limitó a fruncir el ceño y a ponerme mala cara, como de costumbre (me pregunto si sabe cuánto se parece a un sapo Lomomusgo cuando hace eso). Con Bo husmeando por los alrededores, decidí volver a casa para así pasar desapercibida y descansar hasta que estuviese segura de que no había moros en la costa. Antes del alba me deslicé por las tranquilas y vacías calles de la aldea y escalé los dos enormes portones con una cuerda de pelo de yak que cogí en Dai-Lo.

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Poco después, el sol hizo acto de presencia sobre el horizonte, pero la densa vegetación de Pei-Wu bloqueaba casi toda la luz. La niebla rondaba por el suelo del bosque, lo que dificultaba aún más la visión. Sin embargo, podía escuchar sonidos a mi alrededor… muchos sonidos. La región es bien conocida por su abundancia de criaturas, pero solo una de ellas infunde temor en todos y cada uno de los corazones de los pandaren: el feroz tigre de Pei-Wu.

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Uno de ellos me perseguía. Siempre que caminaba, escuchaba a lo lejos sonoras pisadas. Si yo me detenía, también se detenían. Si yo me movía, se movían. Entonces, de repente, la bestia aceleró el paso hacia mí, gruñendo y rugiendo. Adopté la postura del buey tenaz para defenderme mientras una figura gigante emergía de entre la niebla...

¡Era Bo, el Recio!

¿Por qué no podía ocuparse de sus asuntos? Sin mediar palabra, Bo me llevó de vuelta a casa, donde despertó a mi padre y le contó que había entrado a hurtadillas en el bosque prohibido. Papá me echó la bronca durante una hora larga, hasta que terminó por tranquilizarse. Como castigo, decidió que tendría que sufrir una semana entera de entrenamiento en Las Pozas Cantarinas… bajo la estricta supervisión de Bo.

Intenté decirle a papá lo que había estado haciendo, que había estado explorando la Gran Tortuga y escribiendo sobre lo maravilloso que estaba siendo el viaje. Creí que eso le haría sentirse bien, pero no parecía que lo comprendiese o le importase.

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Dijo que mi castigo comenzaría al día siguiente, lo que significaba que tenía tiempo de visitar un sitio más. Aún echando chispas por lo que había pasado, me dirigí hacia el oeste hasta que llegué a un sendero largo y sinuoso que llevaba hasta El Bosque de Bastones, el lugar de descanso eterno para los viejos pandaren de La Isla Errante. Un enorme león de piedra, el guardián de los ancestros, protege la entrada, y el poderoso ser no te deja pasar a no ser que lo derrotes en un solo combate (yo fui una de las pandaren más jóvenes en pasar la prueba).

Hace años, antes de que abandonase la Gran Tortuga, el tío Chen me dijo que solía visitar esta parte de la isla en busca de inspiración. En ese momento no entendí por qué, pero ahora sí. Este sitio tiene cierta magia. Cuando se trae a alguien aquí para su último descanso, su bastón se planta en el suelo y este acaba creciendo hasta convertirse en un fabuloso árbol. Tras muchas generaciones, todo un bosque ha brotado; la historia completa de los grandes pandaren de la isla.

Incluso mi familia tiene un lugar aquí… Pero preferiría no escribir sobre ello. No visité dicho sitio en ese viaje. Tras mi discusión con papá, lo último que necesitaba era sentir más angustia.

Mientras daba un paseo por uno de los arbustos más viejos de la zona, me crucé con el ancestro Shaopai que encendía incienso en el santuario de su familia. Es un pandaren increíblemente sabio, procedente de la cercana Aldea de Brisa Temprana. El ancestro ha dedicado toda su vida a registrar palabras de sabiduría en beneficio de las futuras generaciones.

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Shaopai caminó a mi lado durante un corto espacio de tiempo, y fue señalando los árboles y mencionando a los que allí yacían. Antes de marcharse a su aldea, me dijo: —Noto que tienes muchas cosas en tu mente, pequeña Cerveza de Trueno. No me corresponde preguntarte por asuntos personales, pero quiero que tengas esto— El ancestro me dio un objeto suave y redondo, un poco mayor que mi zarpa: una piedra de sosiego—. Cuando la losa de la vida sea demasiado pesada, la piedra de sosiego aligerará su carga. Su magia es muy poderosa.Siempre había pensado que las piedras de sosiego eran baratijas sin ninguna utilidad, pero si un genio como Shaopai creía que funcionaban, para mí era suficiente.

Cuando dejé el bosque, una extraña sensación me invadió por completo, y hasta ahora no he podido quitármela de encima. Estaba agradecida por el regalo de Shaopai y por haber visitado tantos lugares geniales en la isla, pero quería más. La Isla Errante es una preciosa tierra encantada, repleta de historia y maravillas. Para mí, sin embargo, es mi hogar. Ya lo he visto todo en ella. Mientras, ahí fuera hay todo un mundo que espera ser explorado, y me temo que jamás podré experimentarlo.

Pasé el resto del día en El Gran Archivo, leyendo de nuevo las cartas del tío Chen. Lo echo de menos. Papá dice que es muy probable que haya perdido la vida en una de sus "locas" aventuras, pero no me lo creo. Sé que aún está ahí fuera, en algún lado, y sé que algún día volverá.

Hasta entonces, todo lo que puedo hacer es mantener viva la filosofía del viajero aquí, en la Gran Tortuga. El tío Chen estaría orgulloso… Y mis ancestros estarían orgullosos. ¡Es como siempre se supuso que debíamos vivir! Tal y como el propio Liu Lang dijo una vez: "Cada horizonte es un cofre del tesoro; cada mapa en blanco, una historia que espera ser contada".

Ojalá mi padre entendiese eso. Da igual lo que diga; sé que un día dejaré mi huella en el mundo.

Y cuando lo haga, puede que el tío Chen esté a mi lado.

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