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Libram of the Dead

Tratado sobre los muertos.

El Tratado sobre los muertos es un libro que se encuentra en Acherus: El Bastión de Ébano, en la Costa Abrupta. Contiene la historia de los artefactos de los caballeros de la muerte.

Está escrito por Illanna Dreadmoore.

Contenido[ | ]

Introducción[ | ]

TRATADO SOBRE LOS MUERTOS

Death Knight Crest

Redactado por Illanna Terroyermo, archivista jefa de la Espada de Ébano-

Fauce del Maldito[ | ]

Artículo principal: Inv axe 2h artifactmaw d 01 [Fauce del Maldito]

FAUCE DEL MALDITO

Las simples armas no suelen infundir temor en los demonios. La Fauce del Maldito es una excepción. Su nombre se menciona entre los fieles de la Legión Ardiente con una mezcla de temor y respeto. Ni siquiera los demonios se ponen de acuerdo sobre cuántas vidas ha segado. Un solo ser conoce la verdad. Se llama Netrezaar y su alma está vinculada a la propia hoja.

Él es quien infunde miedo a los demonios. Pues conocen el hambre insaciable que arde en su alma. Un hambre tan grande que no distingue entre amigo y enemigo. En manos de la Legión, el espíritu de Netrezaar consumió civilizaciones enteras. En manos de otro, no dudaría en hacer lo mismo con la Legión. Y disfrutaría de cada instante.

PRIMERA PARTE

Pese a su larga historia de derramamiento de sangre, la Fauce del Maldito no se creó para el genocidio. Se forjó para acabar con una única vida: la del gran señor demoníaco Kil'jaeden.

Kil'jaeden era uno de los líderes más apreciados de los eredar. Con una sola palabra, podía influir en las mentes y los corazones de su pueblo. Cuando se unió a la demoníaca Legión Ardiente, muchos eredar lo siguieron ciegamente.

Uno de los primeros en hacerlo fue un talentoso herrero llamado Netrius. Adoraba a Kil'jaeden y se pasó la vida buscando la aprobación del líder eredar. Netrius pensó que seguirlo en su compromiso con la Legión sería la prueba definitiva de su lealtad.

Como recompensa por su lealtad, Netrius fue reconvertido en el devorador fuego vil de la Legión. Magias volátiles le abrasaron el alma, y le deformaron la mente y el cuerpo para siempre.

Netrius, conocido ahora como Netrezaar, no volvió a ser el mismo. Incluso sus sentimientos hacia Kil'jaeden cambiaron. Lo que antes había sido admiración, se tornó en peligrosa obsesión. No bastaba simplemente con conseguir la aprobación de Kil'jaeden. Necesitaba más.

Una idea cobró forma en la mente de Netrezaar: para satisfacer su obsesión, crearía un arma que consumiera la fuerza vital de Kil'jaeden. Esa arma sería un día conocida como la Fauce del Maldito.

SEGUNDA PARTE

Netrezaar se convirtió en un herrero de gran renombre en la Legión Ardiente. Sus máquinas de guerra aterrorizaban mundos. Sus espadas traían la ruina a civilizaciones enteras. Pero en realidad la mayoría de esas armas eran meros experimentos en su búsqueda del instrumento perfecto con el que consumir a Kil'jaeden.

El éxito dependía de hallar un material capaz de extraer y contener la fuerza vital del señor demoníaco. Netrezaar pasó años buscando menas exóticas, la mayoría de las cuales resultaban inútiles.

Hizo un descubrimiento prometedor en Nihilam, el Mundo de la Condenación. Hacía mucho tiempo, un enfrentamiento entre el líder de la Legión, Sargeras, y sus colegas titanes había perturbado la trama de la creación en torno a Nihilam. Su apocalíptica batalla había ensombrecido el mundo e imbuido sus menas de metal con propiedades sobrenaturales.

Cuando Netrezaar extrajo estos metales, descubrió que eran casi indestructibles. Con la luz adecuada, los materiales reflejaban efímeras imágenes de la batalla librada entre Sargeras y los titanes. Y lo más importante, estos metales succionaban la esencia de cualquier criatura viva que los tocara.

Por primera vez en años, Netrezaar sintió júbilo. Al fin había dado con lo que necesitaba.

TERCERA PARTE

Netrezaar modeló la Fauce del Maldito en una de las grandes forjas demoníacas de Argus, mundo natal de los eredar. Al fabricar otras armas, solía imbuirlas de crueldad y malicia. No fue ese el caso con la Fauce. Netrezaar vertió en la hoja toda su admiración y obsesión enfermiza.

Trabajó día y noche, casi hasta la extenuación. Su objetivo era la perfección. No aceptaría menos para el arma que habría de besar la carne de Kil'jaeden. El hacha absorbería hasta la última gota de la fuerza vital del señor demoníaco y la canalizaría directamente hacia Netrezaar. No se perdería nada. Además, encantó la empuñadura del arma para que, al blandirla, los metales no drenaran su esencia.

Una vez acabado el trabajo, Netrezaar había creado una de las mejores armas del arsenal de la Legión. No se había visto nunca nada igual y nada igual volvería a verse jamás.

CUARTA PARTE

La primera víctima de la Fauce del Maldito no fue Kil'jaeden. Fue uno de los sirvientes de Netrezaar.

Netrezaar estaba al mando de docenas de mo'arg, ingeniosos demonios especializados en ingeniería y herrería. Todos ellos sentían un enorme respeto por el herrero eredar, pero a este apenas le importaban sus seguidores. Al igual que los martillos y las tenazas, no eran sino herramientas a su disposición.

Para probar la Fauce, Netrezaar sometió a un par de mo'arg a horripilantes experimentos. Les cortó la carne lentamente con el hacha, para estudiar la rapidez con que drenaba su fuerza vital. La Fauce funcionaba según lo planeado. Las energías vitales de los demonios pasaban a través de la hoja y llegaban en torrente hasta Netrezaar.

QUINTA PARTE

De los dos mo'arg con los que Netrezaar experimentó, solo uno sobrevivió. Se llamaba Sangrelix y era el seguidor más devoto del herrero eredar. O al menos lo había sido. Los experimentos habían dejado a Sangrelix ajado y desfigurado. Su admiración por Netrezaar se tornó en un odio más incendiario que ninguna forja demoníaca.

Sangrelix no tenía la fuerza física suficiente para alzarse contra Netrezaar. Pero, aunque pudiera, rebelarse significaría un destino peor que la muerte. Netrezaar era uno de los eredar, uno de los elegidos de Kil'jaeden.

El destrozado mo'arg juró hallar otro modo de vengarse de su maestro. Observaba cada movimiento de Netrezaar en busca de un punto débil. Con el tiempo, Sangrelix descubrió algo extraño. El hacha de Netrezaar era poderosa, y sin embargo, no la usaba en combate. La ocultaba a los demás demonios, salvo a sus sirvientes mo'arg. ¿Cuál era su finalidad, si no servía para eliminar a los enemigos de la Legión?

Sangrelix cayó en la cuenta de que Netrezaar no tenía ninguna intención de usar el hacha al servicio de la Legión. La había fabricado con otro propósito.

SEXTA PARTE

Netrezaar estaba satisfecho con la Fauce y decidió que era el momento de usarla con Kil'jaeden. Le ofrecería el hacha como regalo y atacaría al desprevenido señor demoníaco.

Tal vez habría funcionado. Pero cuando Sangrelix supo de la reunión con Kil'jaeden, la última pieza del puzzle encajó. Comprendió el auténtico fin del hacha de Netrezaar.

Avisó a Kil'jaeden de la traición y este tramó su propio plan. Kil'jaeden se reunió con Netrezaar como estaba previsto. Pero antes de que el herrero pudiera ofrecerle su "regalo", el señor demoníaco atacó. Con su magia atrapó al espíritu de Netrezaar mientras Sangrelix se hacía con la Fauce.

Los gritos de tormento de Netrezaar resonaban por todo Argus mientras Sangrelix rebanaba la carne de su maestro. No se detuvo hasta que solo quedó hueso.

SÉPTIMA PARTE

El destino de Netrezaar fue peor que la muerte. Kil'jaeden se aseguró de ello. Encerró el espíritu aullante de Netrezaar en la propia calavera del herrero. Y después ordenó a Sangrelix que fijase el hueso en la Fauce del Maldito.

Así, Netrezaar sería uno con su querida hacha para siempre. Los metales del arma drenarían constantemente su espíritu, por lo que Netrezaar sufriría el tormento de un apetito insaciable. Ninguna cantidad de fuerza vital lo satisfaría jamás. Al contrario, cuanto más consumiera, peores serían las punzadas de hambre.

Kil'jaeden le concedió el hacha a Sangrelix como recompensa por su lealtad. Tan solo le dio al mo'arg una orden específica: que mantuviera el espíritu de Netrezaar siempre alimentado para que su tortura no cesara nunca.

Sangrelix experimentó con el hacha, la usaba para extraer la esencia vital de los prisioneros de la Legión. La Fauce del Maldito solía drenar más esencias vitales de las que el espíritu de Netrezaar podía consumir. Las que sobraban fluían directamente hasta Sangrelix, que fue recuperando fuerzas gradualmente.

Cuando se corrió la voz sobre el hacha y sus orígenes, los demonios se refirieron a su prisionero como Netrezaar el Maldito. Fue este apodo lo que llevó a Sangrelix a renombrar el arma.

La llamó Fauce del Maldito.

OCTAVA PARTE

En un pequeño mundo asediado por la Legión, Sangrelix fue testigo del verdadero poder y potencial de la Fauce.

A él y a un equipo de mo'arg les habían encomendado la construcción de una ciudadela que sirviera de base de operaciones. En una batalla, esta fortaleza sufrió el ataque de los valientes defensores del mundo, que abrieron una enorme brecha en la muralla de la ciudadela. Los mo'arg comprendieron que si no eran capaces de repararla con rapidez, su base de operaciones caería ante los enemigos de la Legión.

Sangrelix se prestó para defender la brecha mientras los otros mo'arg trabajaban. Cientos de enemigos atacaron la abertura del muro mientras lanzaban gritos de guerra en una lengua desconocida. Sangrelix resistió e hizo pedazos a todo aquel que se puso al alcance mortífero de la Fauce. Nunca flaqueó. Al contrario, por cada enemigo abatido ganaba en fuerza y vitalidad.

Tras la caída del último atacante, el resto de mo'arg se dieron cuenta de que ya no necesitaban reparar la brecha. Sangrelix la había taponado con cadáveres.

NOVENA PARTE

Cuanto más utilizaba la Fauce, más cambiaba Sangrelix. Creció hasta convertirse en una imponente masa de puro músculo que dejaba a cualquier otro mo'arg en ridículo. Debido a su monstruosa apariencia, se ganó un nuevo nombre: el Desgarracarnes.

A pesar de todo el poder que adquirió de la Fauce, había ocasiones en que Sangrelix no utilizaba el hacha. A veces, se limitaba a observar desde lejos mientras la Legión invadía nuevos mundos. Sangrelix se dedicaba a provocar al espíritu de Netrezaar: describía con gran lujo de detalles tanto la batalla como todas las vidas allí perdidas.

Cuando la Fauce comenzaba a temblar en las manos de Sangrelix, este sabía que el espíritu de Netrezaar sufría. El mo'arg disfrutaba tanto con estos actos de tortura como al imbuirse de la fuerza vital de sus víctimas.

DÉCIMA PARTE

En el mundo de Centralis, la Fauce del Maldito se aseguró su lugar como arma legendaria.

Centralis era el hogar de una estirpe de poderosos guerreros. Resistieron los intentos de conquista de la Legión durante mucho más tiempo que otras razas. No obstante, como todos los que resistían contra los demonios, estaban condenados a la derrota.

En lugar de acabar sin más con los habitantes de Centralis, Kil'jaeden decidió que serían víctimas perfectas para la Fauce del Maldito. Atiborraría a Netrezaar con su intensa esencia vital, lo que lo llevaría a nuevas cotas de tormento.

Sangrelix viajó a Centralis bajo las órdenes de Kil'jaeden. Partió al frente de un enorme ejército de la Legión, Fauce en mano. Su hoja atravesó las armaduras, la carne y el alma de todos los que se toparon en su camino. No hubo rincón en Centralis que quedara a salvo del poder de Sangrelix. No hubo piedad para nadie, ni siquiera para la más insignificante de las bestias salvajes.

Tras su larga marcha, tan solo dejó atrás un mundo sin vida.

UNDÉCIMA PARTE

Tras la masacre de Centralis, Sangrelix siguió aprendiendo cómo maximizar el poder de destrucción de la Fauce. Llegó a ser tan destructivo con el hacha que se convirtió en una de las piezas más valiosas de la Legión. En lugar de desaprovechar a Sangrelix con batallas menos importantes, Kil'jaeden reservaba al mo'arg para empresas especiales.

De esta forma, Kil'jaeden podía seguir de cerca a la Fauce y conocer su paradero. A pesar de que Sangrelix era de su total confianza, no soportaba la idea de que el hacha pudiese caer en manos enemigas.

Mientras Sangrelix portaba la Fauce, esta se cobró innumerables víctimas. Por muchas almas que devorara el espíritu de Netrezaar, sus incesantes alaridos seguían resonando a través del hacha. El miedo a la Fauce y a su prisionero maldito se instaló incluso entre los demonios, que ya habían visto cómo el arma consumía a razas enteras. Y a todo un mundo. Aun así, su ansia no se aplacaba.

Se desconoce si Netrezaar verá colmada su hambre algún día.

Hojas del Príncipe Caído[ | ]

Artículo principal: Inv sword 1h artifactruneblade d 01 [Emisaria Gélida] y Inv sword 1h artifactruneblade d 01 [Segadora de Escarcha]

HOJAS DEL PRÍNCIPE CAÍDO

Antes de Emisaria Gélida y Segadora de Escarcha, solo existía Agonía de Escarcha. Su mero nombre es suficiente para helar el corazón de los vivos. Pocas armas han dado forma a la historia moderna como esta. Agonía de Escarcha derramó sangre de reyes y destruyó naciones enteras. Los vestigios de su destrucción aún se perciben en el mundo.

Esta historia siempre permanecerá ligada a Emisaria Gélida y Segadora de Escarcha, pero estas no seguirán la senda de Agonía de Escarcha. Construirán su propio futuro. Cuando un legado termina, otro comienza.

PRIMERA PARTE

Muchas son las historias de Agonía de Escarcha, pero todas conducen al Rey Exánime. La Legión Ardiente moldeó esta entidad espectral con un único objetivo: extender una peste de no-muerte por todo Azeroth. Confinado en lo más profundo de los páramos de Rasganorte, el Rey Exánime comenzó esta oscura tarea. Su influencia cubrió el mundo como una sombra, manipulaba las mentes de los mortales para convertirlos en agentes de la no-muerte a su servicio.

El Rey Exánime también poseía artefactos de otros mundos para lograr su meta. Entre ellos estaba Agonía de Escarcha, una hojarruna forjada por demonios. El arma consumía las almas de sus víctimas y encerraba sus espíritus en la hoja. Además convertía a los vivos en siervos no-muertos sin voluntad. Pero para controlar estos poderes, el Rey Exánime precisaba de un recipiente mortal que empuñara Agonía de Escarcha.

Este recipiente no sería otro que el cuerpo del joven príncipe humano Arthas Menethil.

SEGUNDA PARTE

Lordaeron fue la primera región en sufrir los estragos de la plaga de no-muerte. La aflicción se apoderó de familias y aldeas enteras a medida que avanzaba en el reino de los humanos. Las víctimas no encontraban paz tras la muerte. Se alzaban de sus tumbas en forma de criaturas descerebradas no-muertas conocidas como la Plaga.

El príncipe Arthas Menethil juró detener estos horrores a toda costa. Tomó medidas aún más extremas para conseguir su objetivo. Finalmente, y en contra de sus aliados más allegados, se lanzó a una búsqueda temeraria del origen de la plaga en Rasganorte.

Allí, el destino lo condujo hasta Agonía de Escarcha. Aunque Arthas sabía que la hojarruna estaba maldita, creyó que podría utilizar sus poderes para hacer el bien. Craso error. Al tomar Agonía de Escarcha, Arthas sucumbió a la voluntad de hierro del Rey Exánime. La cordura del príncipe quedó aniquilada y la hojarruna se alimentó de su alma.

Se convirtió en el primer caballero de la muerte del Rey Exánime.

TERCEERA PARTE

Del diario del capitán Falric, guardia real del príncipe Arthas Menethil:

"Hay algo inquietante en Agonía de Escarcha. Siento un tirón helado en el corazón siempre que la tengo cerca, pero no puedo negar su poder. Nadie puede. Especialmente tras esta última batalla.

Arthas nos condujo hasta la fortaleza de la criatura profana llamada Mal'ganis. Apenas podíamos seguir el ritmo del príncipe, que nunca parecía desfallecer y no conocía el miedo. Se abrió paso entre los no-muertos a mandobles de la extraña hoja. Ni siquiera Mal'ganis tuvo oportunidad alguna contra el príncipe.

Una victoria fabulosa, pero no tengo ganas de celebraciones. Algo no encaja en el comportamiento de Arthas últimamente. Después de la batalla, desapareció en los páramos helados. Desconozco el motivo. Pronto partiré en su búsqueda".

CUARTA PARTE

Extracto del tercer capítulo de La Caída de Lordaeron y el Rastreo de la Foresta Oriental, por la historiadora Real Archesonus:

"Arthas volvió de Rasganorte y fue recibido como un héroe. Las campanas sonaron y el pueblo de Lordaeron aclamó a su príncipe. Nadie sabía que Agonía de Escarcha se había hecho con su alma ni que había asesinado a sus propios soldados en Rasganorte para convertirlos en no-muertos.

En la sala del trono de la capital, Arthas se postró ante su padre y señor, el rey Terenas II. Debía ser un reencuentro alegre, pero acabó en tragedia.

El príncipe hundió Agonía de Escarcha en el corazón de su padre. La hoja consumió el alma de Terenas, como haría con muchos otros. Con una sola estocada, Arthas destrozó mucho más que a un rey. Pulverizó toda una nación. Lordaeron no tardó en caer ante el príncipe sombrío y su Plaga".

QUINTA PARTE

El pánico se apoderó de los vivos cuando Arthas y la Plaga asolaron Lordaeron. A pesar de que muchos humanos perdieron toda esperanza, otros se volvieron hacia los paladines sagrados en busca de salvación. Uther el Iluminado era el más grande de aquellos rectos guerreros. Si había alguien capaz de detener al príncipe caído, ese era él.

Ambos se enfrentaron en la ciudad de Andorhal para decidir el destino de Lordaeron. Agonía de Escarcha chocó con el legendario Martillo del Iluminado de Uther. En cada acometida se desataba una tormenta de energías beligerantes. Fue una contienda entre la Luz y la Oscuridad, entre la vida y la muerte.

Se impuso la muerte. Agonía de Escarcha atravesó la armadura dorada de Uther y devoró su alma virtuosa. Fue así como Arthas extinguió el último rayo de esperanza que albergaba el pueblo de Lordaeron. .

SEXTA PARTE

La lista de víctimas de Agonía de Escarcha es larga. Casi todos los que cayeron ante la hojarruna sufrieron el mismo destino oscuro. El arma se alimentó de sus almas quebradas y las dejó encerradas dentro de sí.

La General Forestal Sylvanas Brisaveloz fue una excepción. Cuando la Plaga invadió el reino de los elfos nobles de Quel'thalas, lideró una fiera resistencia. Su impecable táctica frustraba a Arthas y sus fuerzas constantemente. Luchó con el coraje y el valor de una verdadera heroína.

Al caer finalmente en la batalla, Sylvanas no recibió una muerte digna propia de la heroína que era. Arthas sometió a la General Forestal por su empecinada resistencia. Utilizó la Agonía de Escarcha para arrancar el alma de Sylvanas de su cuerpo y transformó su espíritu en un alma en pena incorpórea.

SEPTIMA PARTE

La muerte del rey elfo noble Anasterian Caminante del Sol, narrada por el magister Hathorel:

"Ese perro rabioso de Arthas llegó a Quel'thalas con un único fin: robarnos el poder de la Fuente del Sol. Hicimos todo lo posible por detenerlo. Todo. Aun así, Arthas y su ejército maldito siguieron adelante.

En aquellos últimos instantes apareció Anasterian, nuestro gran rey. Llevaba la hoja legendaria Inv sword 1h artifactfelomelorn d 01 [Felo'melorn]. Vivos y muertos se detuvieron a observar el duelo entre Anasterian y Arthas.

A pesar de su avanzada edad, mi rey se mantuvo firme y llevó a Arthas al límite. Pero Felo'melorn no era rival para Agonía de Escarcha. Arthas partió en dos la antigua hoja de Anasterian y atravesó a mi rey sin piedad con una sola estocada.

Quería seguir luchando, pero en mi interior sabía que todo había acabado. Todos lo sabían".

OCTAVA PARTE

Ni siquiera el poderoso Sapphiron estaba a salvo de la mordedura de Agonía de Escarcha. Este sabio dragón azul era un maestro de la magia arcana y uno de los ejemplares más grandes que jamás haya visto su especie. Durante siglos, él y sus leales sirvientes dracónicos custodiaron en Rasganorte un tesoro de extraordinarias reliquias.

Estas reliquias hicieron que Arthas fijara su atención en Sapphiron. El caballero de la muerte y sus esbirros de la Plaga invadieron la guarida del dragón para robarle los tesoros. La batalla que se desató pasaría a la historia.

Sapphiron y sus compañeros dragones desataron toda la furia de su poder arcano sobre Arthas, pero este no se quedaría sin su premio. El caballero de la muerte sobrepasó a sus viejos enemigos y los mató uno a uno. Sirviéndose de los poderes de la Agonía de Escarcha, Arthas transformó a Sapphiron en una vermis de escarcha no-muerta.

Bajo este nuevo aspecto, Sapphiron se convertiría en una de las armas más temibles de la Plaga.

NOVENA PARTE

Pocos se batieron en duelo con Arthas y vivieron para contarlo, pero el demonio Illidan Tempestira fue uno de ellos.

Respaldado por un poderoso ejército, Illidan atravesó Rasganorte para destruir al Rey Exánime. Avanzó entre nieve y granizo hasta la Ciudadela de la Corona de Hielo, capital helada de la Plaga. Cuando finalmente llegó a su destino, Illidan vio que el caballero de la muerte Arthas y los no-muertos le bloqueaban el camino.

Mientras vivos y muertos guerreaban unos con otros, Illidan y Arthas se enfrentaron en combate singular.

Armado con las poderosas gujas de guerra de Azzinoth, Illidan atacó al caballero de la muerte desde todos los ángulos. El lamento de sus hojas hizo astillas el hielo y sacudió las cámaras de la ciudadela del Rey Exánime. Aunque la contienda estuvo igualada, Arthas tomó ventaja. Agonía de Escarcha atravesó la piel de Illidan, dejándolo casi muerto.

El demonio escapó con vida, pero la herida jamás sanaría del todo. Años más tarde, el tacto helado de Agonía de Escarcha seguiría escociéndole.

DECIMA PARTE

Con Illidan derrotado y su ejército en desbandada, Arthas dio el último paso para sellar su condenación. Uniéndose al Rey Exánime, su mente y su alma se fundieron con la poderosa entidad espectral. En ese momento, el caballero de la muerte Arthas desapareció para siempre. Se había convertido en la encarnación de la propia muerte.

Arthas había superado a todos sus adversarios y ahora sus poderes se habían incrementado infinitamente. Parecía que nada podría interponerse ante este nuevo Rey Exánime, pero hubo alguien que lo hizo. Se llamaba Tirion Vadín, portador de una hoja sagrada conocida como la Crematoria.

Tirión se enfrentó a Arthas en la Segunda Batalla por la Capilla de la Esperanza de la Luz y demostró al mundo que no era invencible. Con una fuerte estocada de la Crematoria, obligó a retirarse al capitán de la Plaga.

No sería esta la última vez que Agonía de Escarcha y la Crematoria se enfrentaran. En el siguiente encuentro de las dos hojas, solo una quedaría intacta.

UNDECIMA PARTE

No hay rey que gobierne eternamente. Arthas aprendería esta lección en lo más alto de la Ciudadela de la Corona de Hielo.

Con el objetivo de destruir al Rey Exánime y a su Plaga de una vez y para siempre, las naciones de Azeroth lanzaron una enorme campaña hacia Rasganorte. La cruenta guerra tuvo su culmen en un asedio a la propia Ciudadela de la Corona de Hielo. Armado con la Crematoria, Tirion Vadín condujo a algunos de los mejores campeones del mundo a las entrañas de la fortaleza.

Tirion volvió a batirse en duelo con Arthas en la lucha encarnizada que tuvo lugar después. La Crematoria batalló con Agonía de Escarcha y el acero aulló como una agria ventisca invernal. Tras ejecutar un mandoble terrorífico, Tirion consiguió lo que otros grandes héroes no pudieron lograr: hizo añicos a Agonía de Escarcha. El reinado de Arthas vio así su final.

Al romperse Agonía de Escarcha, muchas de las almas que estaban atrapadas en su interior quedaron libres. De esta forma, Arthas también quedó libre del control de la espada. Según Tirion Vadín, las últimas palabras del príncipe fueron:

"Solo veo... oscuridad... ante mí... ".

Apocalipsis[ | ]

Artículo principal: Inv sword 2h artifactsoulrend d 01 [Apocalipsis]

APOCALIPSIS

La mayoría de las historias sobre la Legión Ardiente hablan de innumerables demonios que han arrasado mundos enteros, pero los astutos Nathrezim saben que la fuerza bruta no es la única forma de conquistar a un enemigo. Una mentira es capaz de romper una alianza, una gota de veneno puede paralizar a un gigante y una enfermedad puede reducir a una gran ciudad a un cementerio.

La hoja Nathrezim de nombre Apocalipsis ha cumplido con estas tres premisas. En ella se encierra un poder capaz de propagar plagas, incitar guerras y enemistar aliados. En manos adecuadas, esta arma ha arrasado ella sola con civilizaciones enteras antes de que los ejércitos de la Legión comenzaran a invadir.

PRIMERA PARTE

No fue un solo Nathrezim quien forjó a Apocalipsis. Muchos de estos demonios trabajaron en ella y le dieron forma para que precipitara la caída de los mundos.

A lo largo de los siglos, Apocalipsis ha pasado de un Nathrezim a otro. Todos sus portadores la utilizaron para debilitar civilizaciones mortales y dejarlas en un estado de vulnerabilidad ante la conquista de la Legión Ardiente. A través de la creación de plagas y hambrunas, Apocalipsis avivó las llamas de la paranoia. Mediante el asesinato y la traición, el arma hizo que los enemigos de la Legión se volvieran unos contra otros. La mera visión de la hoja bastaba para minar la fuerza de los mortales y hacerlos temblar de miedo.

Cuando Apocalipsis cambiaba de manos, sus propietarios Nathrezim la modificaban y la refinaban. Mediante las lecciones aprendidas en sus conquistas, dotaron a la hoja de nuevas plagas y maldiciones. De este modo, Apocalipsis se convirtió en un compendio de todas las artes oscuras a disposición de los Nathrezim.

SEGUNDA PARTE

El último Nathrezim que portó Apocalipsis se llamaba Kathra'natir. Obtuvo el arma durante la invasión de Navane por parte de la Legión Ardiente. Este mundo albergaba un buen número de razas inteligentes. Aunque históricamente eran rivales, dejaron a un lado sus diferencias para unirse contra los demonios.

Era una alianza más bien débil, presa fácil para Kathra'natir y Apocalipsis.

Kathra'natir caminó entre las fuerzas de la resistencia de Navane, pertrechado como uno de sus propios soldados. Disparó rumores de traición a diestro y siniestro, avivando así viejas inquinas y antiguas rivalidades. Al mismo tiempo, Apocalipsis nubló la capacidad de razonamiento de los defensores. Comenzaron a temerse unos a otros tanto como a la Legión. Una noche se desató un baño de sangre sin sentido que llevó al ejército de Navane a una guerra interna.

Kathra'natir admiró su obra desde lejos, deleitándose con la melodía del caos que llenaba la noche. Al amanecer, no quedaba soldado alguno que siguiera oponiéndose a la Legión.

TERCERA PARTE

Hace miles de años, la ciudad de Dalaran se inundó de taumaturgos temerarios. Abusaron tanto de la magia que, sin querer, abrieron varias brechas en la realidad. Kathra'natir se abrió paso hasta Azeroth a través de una de ellas.

Kathra'natir se encontró con una Dalaran presta para la agitación. Muchos habitantes de la ciudad que no usaban la magia eran supersticiosos y observaban a los taumaturgos con una inquietud poco disimulada. Kathra'natir utilizó Apocalipsis para enardecer estos temores. Echó a perder los suministros de agua y las provisiones de comida de Dalaran. Unas plagas espantosas devastaron la ciudad y la gente corriente creyó que su origen se encontraba en los magi.

Si no hubiera sido por el guardián Alodi, Dalaran se habría destruido sola. Era miembro del Consejo de Tirisfal, una orden secreta de magi con la misión de proteger Azeroth de los demonios. Tras una serie de cruentas batallas, Alodi consiguió derrotar a Kathra'natir, a duras penas y lo expulsó del mundo.

A pesar de la desaparición del demonio, Apocalipsis permaneció.

CUARTA PARTE

Un registro sobre Apocalipsis del diario de Alodi, primer guardián de Tirisfal:

"En presencia de la hoja, me siento físicamente exhausto. Se me vienen a la mente extraños pensamientos, ideas sibilinas que no repetiré aquí. El arma tiene el poder de desenterrar viejos miedos para volver a darles vida. Este es solo un ejemplo de una de sus propiedades menos importantes.

He planteado la destrucción del arma, pero los demás miembros del Consejo tienen sus reservas. Se decantan más por la idea de confinarla en algún lugar remoto junto a otros artefactos recuperados de los demonios. Para mí no es lo ideal, pero habrá que hacerlo. Si pretendemos que el Consejo sobreviva, ha de seguir una senda de confianza mutua y entendimiento.

Mi única esperanza es que jamás vuelva a ver la luz del día".

QUINTA PARTE

Mucho después de la caída de Kathra'natir, Apocalipsis reapareció. Había gran agitación en el Consejo de Tirisfal. La guardiana Aegwynn se había rebelado. Al no ver otro remedio, el Consejo creó la Guardia de Tirisfal para capturar a la problemática guardiana.

La Guardia de Tirisfal se armó con artefactos poderosos para sorprender a Aegwynn. Pronto vieron que aquellos artefactos por sí solos no bastaban para vencer a una guardiana de su calibre. Aegwynn se libró de sus perseguidores una y otra vez. Desesperado, el Consejo desenterró a Apocalipsis y otras reliquias custodiadas con celo. Estas peligrosas armas se repartieron entre los miembros más leales y diestros de la Guardia de Tirisfal.

Apocalipsis acabó en manos de Laith Sha'ol. Al coger la hoja, una oscuridad surgió en su mente. Seguiría descomponiéndose y creciendo hasta consumirlo por completo.

SEXTA PARTE

Apocalipsis otorgó a Laith Sha'ol más poder del que jamás hubiera deseado, pero se cobró un precio El odio le envenenó los pensamientos. Pasó de desear justicia para Aegwynn a querer verla muerta.

Laith casi logró arrinconar a su presa en la pequeña aldea humana de Corwell. Interrogó a los vecinos y los acusó de estar confabulados con Aegwynn. Aunque los lugareños no sabían nada sobre el paradero de la guardiana, sucumbieron ante la influencia de Apocalipsis. Las suspicacias entre los aldeanos no tardaron en florecer. La paranoia hundió sus colmillos envenenados en la pintoresca aldea.

En un arrebato de ira, Laith acabó con el viejo líder de la ciudad. Aquella muerte provocó una oleada de violencia. Amigos y familias se enfrentaron con las manos desnudas, a mordiscos y con cualquier cosa que sirviera de arma.

Solo Laith escapó con vida de la aldea.

SÉPTIMA PARTE

Extracto del octavo capítulo de De Pestes, Maldiciones y Añublos, por la historiadora Real Archesonus:

"Hay un extraño periodo histórico que presenta un aumento en las enfermedades, la hambruna y la violencia. Se desconoce la razón de estas adversidades. Una teoría apunta a un jinete sin nombre que portaba una espada de origen siniestro.

En algunas leyendas, esta figura montaba un caballo blanco; en otras, una yegua negra con ojos llameantes. Los problemas aparecían allá donde pasara. Las cosechas se marchitaban, se propagaban enfermedades, los inocentes caían muertos... Por ello, el jinete recibió muchos sobrenombres: Guerra, Muerte, Hambruna y Pestilencia.

¿Existió de verdad tal individuo? No lo creo. Atribuir las plagas a una entidad física solo era una forma que tenía la gente de justificar los fenómenos que escapaban a su control".

OCTAVA PARTE

Cuando la guardiana Aegwynn supo de Laith Sha'ol y Apocalipsis, puso todo su empeño en proteger al mundo de la hoja demoniaca.

Aegwynn atrajo a Laith hacia una trampa para acabar con su rival rápidamente. Subestimó la verdadera fuerza de Apocalipsis. Laith hundió la hoja en la guardiana y absorbió su fuerza vital. Ninguno de los hechizos de Aegwynn pudo protegerla del poder vampírico de Apocalipsis. A punto de derrumbarse, gritó un encantamiento desesperado que rompió la conexión entre Laith y la espada.

En aquel instante, la oscuridad desapareció de la mente de Laith. Recordó todo lo que había hecho bajo la influencia de Apocalipsis: el dolor, las fechorías, las muertes...

Preso del horror, soltó a Apocalipsis y huyó sin jamás mirar atrás.

NOVENA PARTE

Registro del Paradero de Apocalipsis desde el Consejo de Tirisfal, de autor desconocido:

"No se sabe adónde huyó Laith Sha'ol o si sigue con vida. En cuanto Apocalipsis, algunos agentes de la Guardia de Tirisfal han informado del intento fracasado de Aegwynn de destruir la hoja y neutralizar sus poderes. Luego siguió los pasos necesarios para confinar el arma en un lugar donde jamás fuese encontrada.

Existen unas cuantas teorías sobre su actual lugar de descanso. La primera dice que Aegwynn enterró la espada en el lugar donde libró la batalla con Laith para dejarla envuelta en un velo de magia. La segunda indica que encerró el arma en un caparazón arcano y lo lanzó al corazón ígneo de la Montaña Roca Negra.

Aunque llevará tiempo, nuestros agentes descubrirán la verdad y recuperarán la hoja".

DÉCIMA PARTE

Laith Sha'ol nunca volvió a ver a Apocalipsis. Sin embargo, por un cruel giro del destino, el arma pasaría a su descendencia.

Tras su enfrentamiento con la guardiana Aegwynn, Laith se estableció en la Ciudad de Ventormenta y formó una familia. Se pasó la vida ayudando a los necesitados, en un intento de purgar su pasado. Su hijo, Ariden, no tuvo una vida tan altruista.

Ariden viajó por las tierras de Ventormenta con un grupo de mercaderes de dudosa reputación. Estos timadores vendían elixires y artefactos falsos para embaucar a los inocentes, que les entregaban sus riquezas. La suerte cambió para estos rufianes cuando intentaron vender sus mercancías al guardián Medivh en Karazhan.

Medivh se dio cuenta enseguida del intento de engaño. Para castigar a los mercaderes, el guardián les echó un maleficio que los convirtió en sus sirvientes. Ariden y sus camaradas engañabobos pasaron a ser conocidos como los jinetes oscuros. De aquel día en adelante, rondaría las tierras en busca de artefactos perdidos para Karazhan.

Uno de los artefactos que recuperó Ariden fue Apocalipsis.

UNDÉCIMA PARTE

Ariden no sabía nada del origen de Apocalipsis ni de sus poderes letales. Sin embargo, por la historia de su padre con el arma, sentía una atracción antinatural hacia ella. La necesidad de encontrar a Apocalipsis ardía en el alma de Ariden, que condujo a los jinetes oscuros a una búsqueda frenética para hallar el misterioso artefacto.

Los jinetes oscuros peinaron los Reinos del Este antes de descubrir la hoja en las Tierras Inhóspitas. A pesar de los esfuerzos de Aegwynn por ocultar a Apocalipsis, reapareció. Ariden desconocía quién había abandonado el arma en aquel lugar. Tampoco le importaba.

Ariden empuñó la hoja y esa necesidad ardiente de su interior desapareció. Durante los años siguientes robaría muchos otros artefactos, pero ninguno ejercería tanta influencia en él como Apocalipsis.

Ninguno le resultaría tan extrañamente familiar.

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